07/05/2007 15:11
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  El militar de bronce que divide a Estonia
El desmantelamiento de la estatua al soldado soviético en el país más pequeño de la UE provoca tensiones entre Moscú y Bruselas
by RICARDO M. DE RITUERTO (ENVIADO ESPECIAL)

 
 

El desmantelamiento y traslado del monumento erigido en Tallin, la capital de Estonia, a los soldados soviéticos caídos en la II Guerra Mundial ha provocado un desgarro emocional en la dividida sociedad del más pequeño de los países bálticos, con 1,3 millones de habitantes. También se ha convertido en un nuevo motivo de enfrentamiento entre la UE y Rusia. Los estonios no saben cómo ni cuándo curarán las heridas reabiertas, mientras hay quienes consideran que la UE no ha estado a la altura de las circunstancias y llegan a temer que en determinadas condiciones su país podría ser sacrificado al oso ruso.

Obreros y excavadoras se afanan en adecentar la amplia isleta triangular en un cruce de calles del centro de Tallin en la que hasta hace unos días estaban enterrados 12 soldados soviéticos junto al monumento a los caídos luchando contra el nazismo. Popularmente conocido como el Soldado de Bronce, su desaparición deja el triple frente del cruce de Tonismagi limitado por un bloque de viviendas, el edificio de moderna factura de la Biblioteca Nacional y una iglesia luterana, la confesión mayoritaria en Estonia.

La isleta de Tonismagi está rodeada de vallas, sobre las que se marchitan algunas flores rojas, mientras decenas de policías montan guardia 24 horas al día en sus alrededores. La remoción del monumento y la exhumación de las tumbas provocó un estallido callejero entre el 26 y el 28 de abril que costó una vida en circunstancias por aclarar, importantes destrozos en el centro de una ciudad que nunca había vivido semejante experiencia, una grave crisis diplomática con Moscú y un ahondamiento en la fractura que separa a la mayoría formada por estonios de la minoría (25,7% de la población) que agrupa a los nacionales rusos residentes y los ciudadanos, prácticamente todos rusófonos, que aunque nacidos en Estonia se ven forzados a ser apátridas.

El Soldado de Bronce ha sido trasladado a un cementerio militar en el extrarradio. Miles de flores forman un arcoíris de afecto creado por frustrados rusohablantes para quienes el traslado ha sido el último ejemplo del desprecio que les reserva el Gobierno de Estonia. El monumento encarna las diferencias hasta hoy insalvables entre las dos comunidades del país: para los rusos, el Soldado de Bronce representa la heroica lucha de la URSS contra Hitler y la liberación de Estonia del nazismo; para los estonios, el poder ocupante durante medio siglo y el aplastamiento de Estonia por el terror rojo.

Los judíos se alinean en esta dicotomía con los rusos al ver a los soviéticos como liberadores del azote de Hitler. Para el Centro Simon Wisenthal de Jerusalén, el desplazamiento del Soldado de Bronce es un insulto a las víctimas del nazismo: "No es sorprendente en un país que se ha mostrado indiferente ante los crímenes perpetrados por los colaboracionistas estonios del nazismo" entre 1941 y 1944, indica su director Efraim Zuroff.

La independencia de Moscú lograda por Estonia en 1991 conllevó la inmediata creación de una identidad nacional en un territorio que desde el siglo XVIII había regido el zarismo como provincia propia y tierra de colonización. Para la nueva república, 1991 marcaba la restauración de una primera independencia obtenida en 1918 y concluida traumáticamente con la integración en la URSS en 1940, fruto del pacto Molotov-Ribbentrop, a la que siguieron la ocupación nazi de 1941 a 1944 y el definitivo dominio soviético a partir de entonces. El Gobierno de la nueva Estonia independiente decidió que no se expulsaría a nadie residente en el país, en el que un tercio de la población es de ascendencia no estonia, pero que la nacionalidad no se concedería automáticamente y que la lengua estonia, hablada por un millón de personas, sería el instrumento de conformación nacional.

Recibieron el pasaporte estonio los nacidos en Estonia antes de 1940 o sus hijos. Todos los demás serían o extranjeros (rusos en su inmensa mayoría, al haber llegado como colonos soviéticos) o apátridas, si nacidos en la Estonia soviética, para quienes se establecía un procedimiento de acceso a la nacionalidad que, como principal requerimiento, exigía el conocimiento de la lengua. Los apátridas no podrían votar en las elecciones parlamentarias ni servir en el Ejército.

Galina Filina, de 58 años y de nacionalidad rusa, está indignada con el traslado. Ha venido a ver cómo ha quedado el Soldado de Bronce en su alejado emplazamiento. "Todos los que lucharon eran héroes y liberaron Estonia de los fascistas. La gente no entiende por qué el Gobierno ha hecho esto. Los fascistas están orgullosos de sus ideas", dice.

Alexéi Grigoriev, de 29 años, empleado, también airea su malestar. "Los estonios eran unos subdesarrollados hasta que llegaron los soviéticos. No me gusta el traslado y apoyo a quienes protestaron" en las algaradas que han sacudido a Estonia. Grigoriev es apátrida porque apenas habla estonio, una lengua difícil, y no se atreve con el examen de lengua necesario para conseguir la nacionalidad. "Mucha gente siente que hay desigualdad y discriminación", apunta Vadim Polestsuk, consejero legal y analista del Centro de Derechos Humanos de Tallin. Estudios sociológicos indican que las minorías sufren una tasa de paro (9,7%) que dobla la de la mayoría estonia y que no tienen representación acorde a sus números en los puestos de responsabilidad social o en los mejor remunerados.

Moscú explota conforme a sus necesidades coyunturales ese malestar de la minoría rusa. El largo asedio de la Embajada de Tallin ante el Kremlin por quienes protestaban contra el traslado del Soldado de Bronce y el cruce de amenazas públicas entre ambas capitales elevó la crisis a un choque entre Rusia y la UE. El comportamiento europeo no satisfizo a Tallin, que llegó a pedir la suspensión de la próxima cumbre UE-Rusia, aunque oficialmente el Gobierno estonio ponga ahora buena cara a la reacción de Bruselas.

"No debemos reaccionar provocadoramente ante Moscú", señalan fuentes comunitarias. "Hubiese sido un error cancelar la cumbre".

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