16 Jul 2015 - 10:25 pm elespectador.com
El último aliento de los juicios a nazis
Por: Juan David Torres Duarte

Este es el epítome de una campaña por buscar criminales nazis (incluso en Ecuador). Una carrera contra el tiempo para reparar a las víctimas.

A los 93 años, el 23 de marzo de este año, falleció en paz Soren Kam, exoficial de las fuerzas militares nazis. “Soy un buen hombre —dijo en una de sus últimas entrevistas—. Nunca hice nada incorrecto”. También a los 93 años, a causa de un ataque al corazón, murió Vladimir Katriuk, de origen ucraniano y nacionalizado canadiense, en cuyo pasado figura una acusación incipiente pero rotunda: fue un activo participante en la masacre de Khatyn, cometida por los nazis en la región de Minsk (Bielorrusia) en 1943. Katriuk negaba su rol. Ninguno de los dos fue juzgado.

La muerte y el tiempo son los enemigos de los jueces alemanes que persiguen hoy a los criminales nazis. La condena a cuatro años de cárcel para Oskar Gröning, acusado de participar como guardia de un campo de concentración en la muerte de más de 300.000 personas, es el epítome de un impulso más extenso por reparar, aunque sea de manera simbólica, a las víctimas del régimen nazi: negros, gitanos, judíos y homosexuales.

Las últimas noticias de esa persecución resultan dicientes. El fiscal Kurt Schrimm, director de la Zentrale Stelle (la oficina dedicada a la investigación de crímenes nazis), dirigió en abril un equipo que busca nazis en Ecuador. (Paraguay, Brasil, Argentina y Chile también se convirtieron en nuevo hogares para los nazis después de la guerra). En octubre del año pasado, el Centro Simon Wiesenthal, que se dedica a recoger información sobre criminales nazis en el mundo, envió una lista de 80 miembros de las guardias alemanas que estarían vivos. Efraim Zuroff, uno de los cazadores del centro, dijo a Newsweek: “Alemania tiene un buen sistema de salud. Estos criminales de guerra tienen la mala suerte de estar vivos”. Cuando quisieron encarcelar a algunos de ellos ya habían muerto o carecían de un buen estado de salud para afrontar un juicio.

La periodista Elizabeth Colbert, cuyos abuelos fallecieron en Auschwitz, recordó en un artículo reciente en The New Yorker que los juzgamientos a nazis se han dividido en tres etapas: en la primera figuran los juicios de Nuremberg, donde los militares nazis de más altos rango fueron condenados a muerte; la segunda, que se extendió entre los años setenta y ochenta, declaró culpables a ayudantes de segundo rango, y la tercera comenzó en 2009 con la investigación a John Demjanjuk, guardia en el campo de Sobibor (Polonia). Demjanjuk, de 91 años, falleció durante el proceso de apelación.

Gröning hace parte de esta tercera etapa que carece, por el tiempo y por la muerte, de testigos y hechos tangibles para culpar a los criminales. El juicio a Demjanjuk puso la vara baja: en realidad, ninguno de sus crímenes fue comprobado. Su tiempo en prisión estuvo basado en la mera certeza de que había estado en el campo de concentración, había sido parte de la maquinaria nazi y evitó actuar para detener la masacre. Este antecedente permitió la captura y condena de Gröning y permite analizar también un caso relacionado con Colombia. En 1992 falleció en Bogotá Karl Buchholz, un famoso librero que había sido mediador en la venta de las obras de arte que los nazis decomisaban a los museos alemanes. Con el dinero de esa venta, el ejército nazi se armó y apoyó la construcción de sus campos. ¿Qué culpa le cabría entonces a Buchholz?

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