Domingo 29 de junio de 2008 lavoz.com.ar
 

A la caza del último nazi
Jorge Camarasa

 
 

Dicen que Aribert Ferdinand Heim, el mayor criminal de guerra nazi todavía prófugo, estaría cercado. Sin embargo, ayer fue su cumpleaños número 94, por lo que también podría estar muerto.

Si se confirman los pronósticos y esta vez los datos son ciertos, un médico de 1,90 de estatura, que calza zapatos número 47 y tiene una cicatriz inconfundible en la comisura derecha de la boca, podría estar contando las pocas horas que le quedan en libertad.

Un ejército de policías europeos profesionales, analistas contables, cazarrecompensas aficionados e informantes con más o menos rigor está lanzado tras él, y todo parece indicar que el cerco sobre su persona ha comenzado a cerrarse.

La recompensa que se ofrece por su captura ronda el medio millón de dólares, sus perseguidores no han dejado piedra sin remover en Dinamarca, España, Brasil, Uruguay, Chile y Argentina, y hasta Effraim Zurof, director del Simon Wiesenthal Center de Jerusalén, está más entusiasmado y optimista que nunca, y la semana próxima llegará a Buenos Aires para dirigir personalmente el sprint final de la búsqueda, que se centrará entre Bariloche y Puerto Montt, en la Patagonia chilena, donde el fugitivo podría estar viviendo.

Un solo dato, sin embargo, pone paños fríos y condiciona tanto esfuerzo y optimismo: la presa habría cumplido ayer 94 años, y nadie está totalmente seguro de que esté vivo. Pero entonces, ¿qué ha hecho de ese hombre un desvelo para tantos, quién ha sido para despertar semejante interés, qué emociones ha movido a lo largo del tiempo?

La respuesta es una y contundente: Aribert Ferdinand Heim, que de él se trata, es el mayor criminal de guerra nazi todavía prófugo.

Un médico en el infierno. Cualquier biografía de Aribert Heim, alias "Albert Heinrich von Ham" o "Albert Ferdinand Ham", es un lugar común del espanto.

Nacido el 28 de junio de 1914 en Bad Radkersburg, Austria, Heim estudió medicina y en 1941 se enroló como voluntario en las SS. Desde 1942 hasta el fin de la guerra fue médico jefe del campo de exterminio de Mathausen, y allí destacó por su sadismo. Ordenaba desollar a los prisioneros si tenían tatuajes que le gustaran como pantallas de piel para sus lámparas, mataba inyectando nafta en el corazón de sus víctimas, extraía órganos sin anestesia mientras sus "pacientes" aún estaban vivos, y disecaba cabezas que usaba luego como portapapeles.

Al final de la guerra, y hasta que su nombre empezó a aparecer en los testimonios de los sobrevivientes, Aribert Heim dirigió una clínica de ginecología en Alemania, y luego desapareció. Desde entonces hay indicios ciertos de que estuvo viviendo en España, otros menos ciertos de que anduvo por Dinamarca, y otros muy débiles que indican que pasó algunos años en Paysandú, Uruguay, donde habría sido dueño de un instituto psiquiátrico.

Aunque el legendario Simon Wiesenthal nunca dejó de buscarlo, la carrera contra Heim recién se activó hace pocos años, cuando una investigación rutinaria de la justicia alemana encontró dos cuentas bancarias a su nombre. En una había 680 mil euros y en la otra 135 mil, y dos datos llamaron la atención de los observadores: en los cinco años anteriores a su hallazgo, las cuentas habían tenido movimientos por 300 mil euros, y en 2001 un abogado había reclamado en su nombre la devolución de impuestos a las ganancias porque Aribert Heim vivía en el extranjero.

Los datos activaron la búsqueda, que desde entonces fue cada vez más frenética, y enseguida la atención de los investigadores se concentró en una hija natural del médico, Waltraut Bosser, de 64 años, que actualmente vive en la ciudad chilena de Puerto Montt.

"Mi padre sufrió un ataque al corazón y murió en Argentina en 1993", dijo cuando fue interrogada, y a las autoridades alemanas y a los cazanazis del Centro Wiesenthal se les prendió una luz de alarma: si Heim estaba muerto desde hacía 10 años, ¿quién operaba sus cuentas bancarias y por qué la familia no había presentado un certificado de defunción y reclamado la herencia de los fondos depositados en ellas?

La historia de Aribert Heim en Mathausen y esos indicios de que aún podría estar vivo, fueron razones suficientes como para que, a fines del año pasado, Effraim Zurof y el Centro lanzaran contra él la operación Última Oportunidad, una gigantesca partida de caza, en la que aún están embarcados tras una presa esquiva y acostumbrada a la clandestinidad.

Una aguja en el pajar. Contra lo que pudiera pensarse, buscar a un hombre de 94 años, de casi dos metros de alto y con una marca indeleble en la cara, no es una tarea fácil. La recompensa que se ofrece por él a veces distorsiona la realidad, y decenas de pistas se acumulan semana a semana en las oficinas israelíes de Zurof.

Pero a poco andar, la mayor parte de ellas resultan ser falsas. "Hay gente de buena fe que está convencida de haberlo encontrado, pero cuando comenzamos a investigar resulta que no es Heim. No coinciden los rasgos físicos, o la edad, o la cicatriz está en el lugar equivocado de la cara", dice Zurof. Entonces llega el momento de abandonar esa pista y empezar otra, y así sin interrupciones, saltando de un lugar a otro.

A fines de 2007, por ejemplo, un dato que parecía prometedor llevó a los investigadores a Santiago de Chile, pero también allí la esperanza se desvaneció. Lo mismo había ocurrido antes en Uruguay, y antes todavía en España.

Según Zurof, las fuentes de los investigadores del Centro son incontables: "Nos va dando datos toda suerte de gente alrededor del mundo. Gente de todas las edades y de todas las religiones". Los primeros análisis de la información se hacen en Jerusalén, y la que pasa los filtros de seriedad es remitida al gobierno alemán, que ha creado una task force en su policía que se dedica exclusivamente a la búsqueda de Heim.

El mismo equipo monitorea los movimientos de las cuentas bancarias a nombre del médico, y ejerce una discreta vigilancia sobre sus familiares que residen en España, Alemania y en Chile.

Con las horas contadas. De ser cierta, la supuesta muerte del doctor Heim en Argentina no podría sorprender a nadie. Entre 1947 y 1952 el país fue un refugio para los nazis que escapaban de Europa, y hasta estas playas llegaron "celebridades" como Joseph Mengele, Adolf Eichmann, Ludolf von Alvensleben –quien vivió y murió en Santa Rosa de Calamuchita–, Eduard Roschmann, Erich Priebke y al menos otros 200 criminales de guerra. Incluso uno de ellos, Joseph Schwammberger, por quien también se ofrecía una recompensa, fue delatado y detenido en Córdoba (ver aparte).

Aribert Heim podría integrar tranquilamente esa larga lista de fugitivos indeseables, pero el hecho que lo haría especial es que posiblemente se trataría del último criminal de guerra nazi que sobrevivió oculto en el país.

Si esto es así y Heim está vivo, lo que parece cierto es que sus horas están contadas. La maquinaria lanzada contra él es inmensa y poderosa, y en los próximos días Zurof y su gente pondrán en marcha el asalto final contra la fortaleza clandestina que el médico se construyó. Los investigadores están blindados y nadie más que ellos sabe con certeza qué los trae, pero la operación Última Oportunidad parece haber entrado en una fase de definiciones.

Si Aribert Ferdinand Heim no es ya un fantasma, su cumpleaños número 94, que habrá festejado ayer, habrá sido el último que celebró en libertad.

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