LOS ÁNGELES.- Efraim Zuroff nació en 1948 en Nueva York, como tantos otros judíos.
Nunca estuvo en Mauthausen, y tampoco conoció a Aribert Heim.
Pero Zuroff, un historiador israelí que se ha ganado el sobrenombre
de 'el último cazador de nazis', ha dedicado parte de su
vida a buscar al 'Doctor Muerte'. Y es muy probable que,
durante los últimos 17 años, lo haya hecho en vano.
Zuroff está en Jerusalén, en su oficina del Centro Simon Wiesenthal. Desde la
sede principal donde se guardan los registros de los
criminales de guerra nazis, en el 1399 Roxbury Dr, en
Los Ángeles, nos ponemos en contacto con él, temiendo
que no le hará muy feliz la exclusiva adelantada por
la cadena alemana de televisión ZDF y The New York Times:
Heim falleció en El Cairo en 1992. "No hay cadáver, no hay tumba. ¿Por qué damos por hecho que es él? Puede haber
gente interesada en que dejemos de buscar", afirma, con voz alterada, al otro lado del teléfono.
Sin embargo, la historia que cuenta hoy el diario estadounidense -y documenta
ampliamente- deja poco lugar a la duda. Heim desapareció
en 1962 y vivió la mayor parte del tiempo en la capital
egipcia oculto bajo el nombre de Tarek Hussein Farid.
Era un "atlético alemán" convertido al islam, un tipo que nunca se dejaba fotografiar pero que, según
han relatado conocidos suyos en El Cairo al NYT, casi
siempre llevaba colgada del cuello una cámara. "Hasta que los expertos lo analicen y se confirme que es cierto no dejaré de creer
que está vivo. Hay que ser prudente", insiste Zuroff. Heim tendría hoy 95 años.
Como ocurre casi siempre con
las víctimas, la peor noticia es que el criminal muera
impune. Cathy Weiss tampoco tuvo el 'placer' de conocer
al 'Doctor Muerte'. Hoy ha venido al Museo de la Tolerancia,
en Pico Boulevard, a hablar de su experiencia en Auschwitz.
Ella, a diferencia del ilustre cazador de nazis, sí estuvo
presa en un campo de concentración durante la Segunda
Guerra Mundial. Sus palabras son tan desgarradoras que
a la mayoría de los presentes en la sala se les saltan
las lágrimas. Weiss, una anciana adorable y de buena
memoria, relata cómo entró con 18 años en Auschwitz y,
después de mucho sufrimiento primero y mucha suerte después,
logró salir viva. Lo habitual era terminar en el crematorio.
Tras la charla, le comento
las informaciones sobre el "Doctor Muerte". "No tenía ni idea", dice, templada pero con un gesto triste. "Siempre que hay nuevos datos las heridas se reabren. Es doloroso", continúa Weiss. El hallazgo de que Aribert Heim murió de un cáncer de colon
un día después de la clausura de los Juegos Olímpicos
de Barcelona acaba por completo con las esperanzas de
los supervivientes de poner a este criminal en manos
de la Justicia.
El doctor del campo de concentración de Mauthausen llegó a estar en poder de
las tropas americanas nada más concluir la guerra, pero
fue liberado. Hasta su desaparición en 1962, trabajó
como ginecólogo en Baden-Baden. Según las propias anotaciones
de Heim, quien acostumbraba a tomar apuntes rigurosos,
al menos 300 personas murieron víctimas de sus experimentos
con inyecciones directas en el corazón. Heim probaba
la capacidad de resistencia al dolor del ser humano introduciendo
a sus cobayas fenol, agua o petróleo. A este médico de
las SS, enviado a Mauthausen en 1941, también le acusan
de realizar extirpaciones de órganos sin anestesia o
de cosas tan macabras como que usaba de pisapapeles el
cráneo de algunas víctimas.
De todo esto ha oído hablar
mucho Cathy Weiss. Su particular 'Doctor Muerte' fue
Josef Mengele, también célebre por sus experimentos con
seres humanos. Mengele acudía al andén de la estación
a esperar los trenes que llegaban a Auschwitz. Allí mismo
hacía una primera selección entre los que debían sobrevivir
y eran aptos para el trabajo y los que eran condenados
a la cámara de gas. Weiss sobrevivió. "Yo pasé muchas selecciones con el Doctor Mengele. Pero recuerdo perfectamente
el día que eligió a mi madre y a mi abuela para la línea
de la muerte. Esa fue la última vez que las vi", recuerda Weiss, que tras ser liberada emigró a Estados Unidos. Mengele también
escapó y, en 1979, falleció en Brasil. Antes de abandonar
el Museo de la Tolerancia me pregunta por la causa de
la muerte de Heim. "Aseguran que murió de cáncer", le digo. "Mengele también murió por causas naturales. Ellos mataron a tantos inocentes
y, sin embargo, la muerte les llegó de forma natural
y sin pagar por sus crímenes. Cuando llegue a casa pondré
las noticias", se despide emocionada.
La ZDF alemana emite un documental esta noche que incluye una entrevista con
Rüdiger Heim, el hijo de Heim de 53 años, quien asegura
que pasó las últimas horas de vida junto a su padre en
El Cairo. El New York Times aporta una copia del certificado
de defunción de Tarek Hussein Farid emitido por las autoridades
egipcias. Pero el cazador de nazis nos insiste: "No hay cadáver, no hay tumba". Zuroff tiene razón, y para acabar con cualquier duda y cerrar el caso las autoridades
alemanas han anunciado que mandarán un equipo para buscar
los restos del cadáver. "Desgraciadamente no sé cómo huyó ni cómo se escondía, si no, lo hubiéramos pillado.
Yo no sé todo sobre su vida. Además, hasta que los expertos
lo analicen no dejaré de creer que está vivo. Hay que
ser prudente".
El Centro Simon Wiesenthal,
que lleva el nombre del famoso cazador de nazis fallecido
en 2005, se ha empecinado en la captura de Aribert Heim
durante los últimos años, ofreciendo una recompensa de
315.000 euros junto a los gobiernos austriaco y alemán.
Era el más buscado de los criminales de la Segunda Guerra
Mundial. El pasado verano, Zuroff viajó a la Patagonia
chilena creyendo que lo encontraría. La hija de Heim
vive en Puerto Montt y eso reforzaba sus sospechas. Pero
la conexión buena no era la hija, sino el hijo. Según
las declaraciones de Rüdiger, su padre abandonó Alemania,
cruzó Francia, España -algunas informaciones de periódicos
lo situaban no hace tanto en Levante-, viajó hasta Marruecos
y de ahí a Egipto. "Él es el primero de la lista, porque es el que tiene más crímenes demostrados
y porque fue muy cruel y vejatorio, pero hay muchos más.
Y seguiremos trabajando para encontrarlos", añade un Zuroff que se niega a utilizar los verbos en pasado. "El tiempo juega en nuestra contra. Estos criminales son muy mayores. En pocos
años no quedará ninguno de ellos. Y los políticos y gobernantes
no están haciendo lo que deberían. Luego será demasiado
tarde".
soitu.es
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