Un viejo maletín encontrado en Egipto acaba de revelar el rastro perdido durante
47 años de Aribert Heim, miembro de la SS de Hitler y acusado
de cometer asesinatos y horrendas atrocidades contra miles
de prisioneros.
El alemán atlético y de una estatura imponente que los habitantes de El Cairo
conocían como Tarek Hussein Farid mantuvo hasta en la
vejez la disciplina de caminar unos quince minutos diarios
por las bulliciosas calles de la capital egipcia. Caminaba
hasta la famosa mezquita Al Azhar, donde se había convertido
al Islam, y hasta el Café J. Groppi, en el centro, donde
encargaba tortas de chocolate para sus amigos y compraba
bombones para los hijos de éstos, que lo llamaba tío
Tarek.
Amigos y conocidos de Egipto también lo recuerdan como un ávido fotógrafo aficionado
que casi siempre llevaba una cámara colgada del cuello,
pero nunca permitía que lo fotografiaran. Tenía buenos
motivos para ello: el tío Tarek se llamaba Aribert Ferdinand
Heim; miembro de las Waffen-SS de Hitler y médico de
los campos de concentración de Buchenwald, Sachsenhausen
y Mauthausen. El tío Tarek era el Doctor Muerte.
Fue tras los muros grises
de piedra de Mauthausen, en su Austria natal, que el
Heim cometió atrocidades contra centenares de judíos
y otros prisioneros que le valieron ese temible apodo
y la condición de criminal de guerra nazi más buscado
del Centro Simon Wiesenthal, donde pensaban que seguía
en libertad.
En el prontuario del doctor
Heim figuran operaciones a prisioneros sin anestesia.
También se lo acusa de extirpar órganos a personas con
buena salud para luego dejarlas morir en la mesa de operaciones;
de inyectar veneno -y en ocasiones nafta- en el corazón
de otras víctimas y de conservar algunos de sus cráneos
como souvenir. Luego de vivir bajo el radar de los cazadores
de nazis durante más de diez años después de la Segunda
Guerra -buena parte de los mismos en el balneario alemán
de Baden-Baden, donde tenía esposa, dos hijos y un consultorio
de ginecología-, logró escapar cuando sus cazadores lo
tenían casi cercado. Fue en 1962.
Su escondite, así como su
muerte en 1992, fue uno de los mayores secretos hasta
ahora.
En Alemania e Israel, los
investigadores dijeron una y otra vez que pensaban que
Heim estaba vivo y oculto en América Latina, cerca de
Chile donde vivía una presunta hija natural. Testigos
de Finlandia hasta Vietnam y desde Arabia Saudita hasta
Argentina mandaron datos sobre su posible paradero.
Un maletín polvoriento con
cierres rojos, que permanecía guardado y casi olvidado
en El Cairo, reveló el itinerario del Doctor Muerte a
Oriente Medio. El diario The New York Times y el canal
de televisión alemán ZDF obtuvieron el maletín de manos
de la familia Doma, los propietarios del hotel donde
vivía Heim. La documentación que había en su interior
cuenta la historia de su vida y su muerte en Egipto.
El maletín es, en realidad,
un archivo de páginas amarillentas -algunas en sobres
que aún estaban sellados-. Guardaba cartas; la historia
clínica de Heim; su documentación financiera y un artículo
subrayado de una revista alemana sobre su propia búsqueda
y su juicio en ausencia. Hay hasta dibujos de soldados
y trenes que hicieron los hijos que había dejado en Alemania.
Algunos documentos llevan el nombre de Heim, otros el
de Farid, pero muchos de los últimos, al igual que una
solicitud de residencia en Egipto bajo el nombre de Tarek
Hussein Farid, tienen la misma fecha de nacimiento -28
de junio de 1914- y el mismo lugar de origen -Radkersburg,
Austria- que corresponden al Heim.
Si bien ninguno de los diez
amigos de El Cairo que identificaron una fotografía del
Heim conocía su verdadera identidad, sí dieron indicios
de que podía tratarse de un fugitivo. "Lo que me decía mi padre es que parecían buscarlo, tal vez los judíos, y que
se había refugiado en El Cairo", dijo Tarek Abdelmoneim el Rifai, hijo de Abdelmoneim el Rifai, de 88 años,
dentista y buen amigo de Heim.
La copia de un certificado
de defunción egipcio confirmó las versiones de testigos
de que el hombre llamado Tarek Hussein Farid murió en
1992. "Tarek Hussein Farid es el nombre que mi padre adoptó cuando se convirtió al Islam", dijo su hijo Rüdiger Heim. En una entrevista en su casa de Baden-Baden, Heim
hijo (53) admitió públicamente por primera vez que estuvo
con su padre en Egipto cuando éste murió de un cáncer
de recto. "Fue durante las Olimpíadas. En la habitación había un televisor. Eso lo distraía", dijo Heim, que es alto como el padre, tiene un rostro largo y melancólico y
habla con suavidad. Aribert Heim murió el día después
de la final de las Olimpíadas, el 10 de agosto de 1992,
según su hijo y el certificado de defunción.
Heim hijo explicó que un tío
le había dicho el paradero de su padre. Explicó que no
había revelado nada porque no quería crearles problemas
a los amigos de su padre en Egipto. Pero a pesar de las
pruebas de que el Doctor Muerte vivió en Egipto, es imposible
cerrar el caso: el lugar donde está enterrado sigue siendo
un misterio.
Su muerte sería un hito significativo
para cacería apasionada y en ocasiones polémica de criminales
de guerra nazis que dio lugar al juicio y la ejecución
del planificador del Holocausto Adolf Eichmann pero que
nunca consiguió encontrar a Josef Mengele, el más famoso
de los médicos nazis, que murió en Brasil en 1979.
Si bien la vida secreta de
los nazis en países como Argentina y Paraguay capturó
la imaginación popular en libros y películas, el caso
Heim lleva a Oriente Medio. Hasta que el clima político
cambió, los ex nazis fueron bienvenidos en Egipto, donde
contribuyeron sobre todo en el plano de la tecnología
militar. Rüdiger Heim dijo que su padre le había contado
que conocía a otros nazis que estaban en Egipto, pero
que trataba de mantenerse lejos de ellos. Lo que no queda
claro es cómo logró Heim escapar durante tanto tiempo:
recibía dinero de Europa, en especial de su hermana Herta
Barth, e intercambiaba cartas con amigos y familiares.
"El mundo árabe
era un refugio más seguro que América del Sur", declaró Efraim Zuroff, director del Centro Simon Wiesenthal de Israel, quien
buscaba a Heim y había viajado a Chile en julio para
impulsar el caso. Zuroff se sorprendió al saber el aparente
destino de Heim y contó que estaban a punto de aumentar
la recompensa por información para su captura de 400.000
a casi un millón y medio de dólares.
El ex prisionero de Mauthausen
Josef Kohl declaró ante la justicia el 18 de enero de
1946 y contó como "El doctor Heim tenía la costumbre de revisarles la boca a los prisioneros para
determinar si tenían los dientes en perfecto estado.
De ser así, mataba al prisionero con una inyección, le
cortaba la cabeza, la dejaba en el crematorio durante
horas, hasta que desaparecía toda la carne que cubría
el cráneo, que luego preparaba como objeto decorativo
para su escritorio y los de sus amigos."
Los investigadores alemanes
declararon que Heim se manejó con cuidado durante la
posguerra. El médico, un buen jugador de hockey sobre
hielo, se mantenía siempre al margen de las fotos cuando
su equipo posaba. También poseía un edificio en Berlín,
la renta que obtenía de él fue su fuente de ingresos
en la clandestinidad.
En la sede de la policía de
Baden-Württemberg en Stuttgart, pequeños imanes salpican
un mapa del mundo y marcan los lugares donde surgieron
pistas o datos sobre el Doctor Muerte. Lo habían buscado
sin descanso desde su desaparición en 1962, período en
el que habían seguido 240 pistas. Si bien nunca lograron
detenerlo, habrían estado muy cerca de su escondite en
El Cairo.
"Había información
de que estuvo trabajando en Egipto como médico policial
entre 1967 y 1970", dijo Joachim Schäck, jefe policial de la división de fugitivos. "Resultó ser una pista falsa."
Según su hijo, el Doctor Muerte
abandonó Alemania y atravesó Francia y España en auto
antes de cruzar a Marruecos para instalarse en Egipto. "Fue una casualidad que la policía no me detuviera porque justo en momento no
estaba en mi casa", escribió Heim en una carta a la revista alemana Spiegel después de que se publicara
un informe sobre él en 1979. La carta se descubrió en
sus archivos, todos escritos con una meticulosa letra
cursiva en alemán o en inglés.
En la carta también acusó
a Simon Wiesenthal, quien estuvo prisionero en Mauthausen,
de ser "el que inventó esas atrocidades". Heim se refirió luego a lo que llamó la masacre israelí de palestinos y agregó
que "el lobby sionista de EE.UU. y el Khazar judío, fueron los primeros que le declararon
la guerra a Hitler en 1933."
El grupo étnico turco de los
Khazar era un tema recurrente para Heim. El médico nazi
se mantenía activo en El Cairo haciendo una investigación
-que escribía en inglés y alemán- y en el que negaba
la existencia del antisemitismo sobre la base de que,
según decía, la mayor parte de los judíos no era de origen
étnico semita. Rifai recordó que Heim le había mostrado
borradores del trabajo, los cuales estaban en el maletín.
También había una lista que daba cuenta de sus planes
de mandar borradores del trabajo a personajes importantes
de distintos lugares del mundo: lo haría con el seudónimo
de Youssef Ibrahim. Entre ellos figuraba quien era el
entonces Secretario General de las Naciones Unidas Kurt
Waldheim, un asesor de seguridad nacional estadounidense
-Zbigniew Brzezinski- y el gobernante yugoslavo Tito.
Heim en El Cairo forjó estrechos
vínculos con sus vecinos, entre ellos con la familia
Doma, que dirigía el hotel Kasr el Madina, donde el criminal
de guerra vivió sus últimos diez años. Mahmoud Doma,
cuyo padre era el dueño del establecimiento, recordó
que hablaba árabe, inglés y francés además de alemán.
Doma contó también que su vecino leía y estudiaba el
Corán en alemán, un ejemplar que los Doma habían encargado
para él.
Doma, de 38 años, se emociona
al hablar del hombre al que llamaba tío Tarek, quien
le había regalado libros y lo había alentado a estudiar. "Era como un padre. Me quería y yo lo quería a él."
Recordó, además, que el tío
Tarek había comprado raquetas e instalado una red de
tenis en la terraza del hotel, donde él y sus hermanos
jugaban con el musulmán alemán hasta que caía la noche.
Para 1990, sin embargo, la salud de Heim comenzó a deteriorarse
y le diagnosticaron cáncer.
Después de su muerte, su hijo
Rüdiger insistió en que se respetaran los deseos de su
padre y donó el cuerpo a la ciencia, una tarea nada fácil
en un país musulmán donde las normas establecen un entierro
rápido y se oponen a la disección. Doma, que quería poner
al tío Tarek en la cripta familiar, y se negaba a aceptar
el plan.
Finalmente, los dos hombres
condujeron una furgoneta blanca con el cuerpo de Heim,
que había sido lavado y envuelto en una sábana blanca,
según la tradición musulmana, y colocado en un ataúd
de madera. Doma contó que habían sobornado a un empleado
de un hospital para que aceptara el cadáver, pero que
las autoridades egipcias se enteraron y entonces terminaron
enterrando al Doctor Muerte en una fosa común- Sin nombre.
De forma anónima.
clarin.com
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