Sábado 30 de junio, 2007 nacion.com
 
  Medias verdades y distorsiones de hechos
Conclusiones de la Comisión Internacional para investigar los crímenes en Estonia

Efraim Zuroff
Centro Simon Wiesenthal-Israel
 
 

Harry Mannil ha presentado a los lectores de La Nación una visión muy halagüeña de su biografía, una que podría convencer a los lectores de que era realmente un honrado empresario. Por desgracia, la versión que Mannil ofrece de su vida está llena de medias verdades y distorsiones de hechos que no quiere que los costarricenses conozcan.

Entre los nombres importantes que Mannil ha silenciado están Ida Frank, Kune Frank, Leo Muller, Agnia Ryzhova, Maria Pavlovski, Kira Rubanovich y Vera Rubanovich. Estas son siete de las personas interrogadas por Mannil cuando trabajaba para la Policía Política estonia que fueron ejecutadas o desaparecieron. Su asesinato formaba parte del plan nazi para aniquilar a todos los judíos de Europa, plan que se llevó a cabo en Estonia con la ayuda de la Policía Política local y de colaboradores como Harry Mannil.

Mannil quiere hacer creer que las actividades de la Policía Política estonia eran inofensivas. Así pues, es particularmente importante leer las conclusiones de la Comisión Internacional designada por el presidente estonio Lennart Meri para investigar los crímenes cometidos en Estonia durante las ocupaciones nazi y comunista. En el apartado titulado “Valoración detallada de responsabilidades” (p. 19), el informe hace la siguiente afirmación sobre la policía estonia (incluida la Policía Política):

“Aunque la estructura de la policía estonia se hallaba formalmente subordinada a la Policía de Orden y Seguridad alemana, las pruebas demuestran que los estonios disponían de un significativo margen de maniobra para arrestar e interrogar sospechosos, así como para dictar y ejecutar sentencias.

”La Comisión ha analizado la estructura y las competencias operativas de la policía a través de sus distintas reorganizaciones…[y] opina que la policía se implicó activamente en las detenciones y asesinatos de los judíos estonios. La policía participó también de forma activa en actuaciones contra estonios a los que se consideraba opositores de los alemanes”.

Merece también la pena señalar que la Comisión decidió “destacar particularmente” al superior directo de Mannil, Evald Mikson, como uno de los individuos con mayor responsabilidad en los crímenes cometidos por la policía estonia contra civiles inocentes, indicando que Mikson “firmó numerosas sentencias de muerte”. En 1991, Mikson, que al igual que Mannil había salido a Suecia durante la guerra, fue descubierto por el Centro Simon Wiesenthal en Islandia, país que abrió una investigación por asesinato contra él. Por desgracia, murió antes de que se le pudiera procesar por sus crímenes.

Comisión Sandler. En este contexto, es importante leer el testimonio ante la Comisión Sandler –que investigó a los refugiados bálticos que entraron en Suecia durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial– de Uno Richard Andrusson, quien sirvió durante el año 1941 en la Policía Política de Tallinn junto con Mannil y a las órdenes de Mikson. Según Andrusson, él y Mannil llevaban a cabo las detenciones de civiles siguiendo las órdenes de Mikson y Roland Leppik. Los arrestados eran llevados a la Prisión Central de Tallinn, donde eran interrogados y a continuación puestos en libertad o condenados a muerte. Estos últimos eran conducidos hasta un bosque a las afueras de la ciudad, donde eran ejecutados por la Omakaitse, un grupo parapolicial de nacionalistas estonios. Tanto Mannil como Andrusson participaban en los interrogatorios de prisioneros, y el primero de ellos fue después de unos meses ascendido a ayudante superior del departamento.

Las pruebas quedaron confirmadas por tres estonios más que testificaron ante la Comisión Sandler. A causa de esta investigación, Mannil fue despedido de su trabajo en un archivo local y posteriormente se le denegó permiso para permanecer en Suecia. Durante este período también se le prohibió la entrada en Gran Bretaña.

Mannil sostiene que los cargos contra él carecen de fundamento, pero el hecho cierto es que en los años de la posguerra no se le permitió el ingreso a Suecia, Gran Bretaña se negó a otorgarle la condición de residente y, hasta el día de hoy, no puede entrar en Estados Unidos, todo ello solo por su papel en la Policía Política estonia de Tallinn durante los años 1941-1942. Mannil, claro está, nunca menciona los dos primeros hechos, y resta importancia al tercero, alegando que “el Departamento de Justicia no ha encontrado ninguna prueba legal en mi contra”. Pero, de ser esto cierto, ¿por qué nunca se ha modificado la decisión? El motivo es obvio. Toda persona que colaborara con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial tiene prohibida la entrada a Estados Unidos, y los servicios prestados por Mannil en la Policía Política estonia encajan perfectamente con esta descripción. Y esta es también la razón por la que el antiguo secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger dimitió como miembro del Comité Consultivo Internacional del Instituto Báltico para las Relaciones Estratégicas e Internacionales, fundado por Mannil, cuando tuvo conocimiento de su historial en la Segunda Guerra Mundial.

Tres razones. Pese a todas las pruebas, Mannil no ha sido juzgado. Si miramos hacia el pasado, tres son las principales razones que explican esta situación: la geografía, la historia y la biografía de Mannil. El hecho de que Mannil actuara en Estonia es muy importante. Debido al pequeño tamaño de la comunidad judía local antes de la guerra (4.500) y al número relativamente escaso de víctimas (cerca de 1.000, lo que representa prácticamente a todos los judíos que vivían en Estonia cuando esta fue ocupada por los alemanes), los crímenes de los nazis y de sus colaboradores estonios recibieron escasa atención fuera del país. El hecho de que Estonia entrase a formar parte de la Unión Soviética dificultó la obtención de documentos y testimonios, lo que explica que fuera solo a principios de los 90, al recuperar Estonia su independencia, cuando descubrí el caso de Harry Mannil, durante mi investigación sobre su superior, Evald Mikson.

Estonia, como sus vecinos bálticos Lituania y Letonia, se ha mostrado extremadamente reacia a emprender acciones legales contra los colaboradores de los nazis, ninguno de los cuales ha sido hasta ahora procesado en Estonia, que prefiere perseguir a los criminales comunistas, muchos de los cuales ya han sido llevados ante la justicia. Por esta razón, Estonia ha recibido la nota de “F” (fracaso total) en la investigación y procesamiento de los crímenes de guerra nazis en el Informe Anual del Centro Simon Wiesenthal de los dos últimos años.

Si a todo esto añadimos que Mannil es un hombre muy rico y un generoso benefactor de las instituciones culturales estonias, veremos aún más claras las razones por las que no ha sido llamado a responder ante los tribunales.

Y así, puede viajar libremente a distintos países. No creo que este tipo de individuos, por ricos que puedan ser, merezcan el privilegio de visitar una gran democracia como Costa Rica, y espero que el Gobierno adopte pronto medidas para que esto no sea posible, porque, aunque Mannil pueda ser considerado un empresario en Venezuela, en Estonia su papel fue, sin duda, diferente.

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