Harry Mannil ha presentado
a los lectores de La Nación una visión muy halagüeña
de su biografía, una que podría convencer a los lectores
de que era realmente un honrado empresario. Por desgracia, la versión
que Mannil ofrece de su vida está llena de medias verdades
y distorsiones de hechos que no quiere que los costarricenses conozcan.
Entre los nombres importantes que Mannil ha silenciado están
Ida Frank, Kune Frank, Leo Muller, Agnia Ryzhova, Maria Pavlovski,
Kira Rubanovich y Vera Rubanovich. Estas son siete de las personas
interrogadas por Mannil cuando trabajaba para la Policía
Política estonia que fueron ejecutadas o desaparecieron.
Su asesinato formaba parte del plan nazi para aniquilar a todos
los judíos de Europa, plan que se llevó a cabo en
Estonia con la ayuda de la Policía Política local
y de colaboradores como Harry Mannil.
Mannil quiere hacer creer que las actividades de la Policía
Política estonia eran inofensivas. Así pues, es particularmente
importante leer las conclusiones de la Comisión Internacional
designada por el presidente estonio Lennart Meri para investigar
los crímenes cometidos en Estonia durante las ocupaciones
nazi y comunista. En el apartado titulado “Valoración
detallada de responsabilidades” (p. 19), el informe hace
la siguiente afirmación sobre la policía estonia
(incluida la Policía Política):
“Aunque la estructura de la policía estonia se hallaba
formalmente subordinada a la Policía de Orden y Seguridad
alemana, las pruebas demuestran que los estonios disponían
de un significativo margen de maniobra para arrestar e interrogar
sospechosos, así como para dictar y ejecutar sentencias.
”La Comisión ha analizado la estructura y las competencias
operativas de la policía a través de sus distintas
reorganizaciones…[y] opina que la policía se implicó activamente
en las detenciones y asesinatos de los judíos estonios.
La policía participó también de forma activa
en actuaciones contra estonios a los que se consideraba opositores
de los alemanes”.
Merece también la pena señalar que la Comisión
decidió “destacar particularmente” al superior
directo de Mannil, Evald Mikson, como uno de los individuos con
mayor responsabilidad en los crímenes cometidos por la policía
estonia contra civiles inocentes, indicando que Mikson “firmó numerosas
sentencias de muerte”. En 1991, Mikson, que al igual que
Mannil había salido a Suecia durante la guerra, fue descubierto
por el Centro Simon Wiesenthal en Islandia, país que abrió una
investigación por asesinato contra él. Por desgracia,
murió antes de que se le pudiera procesar por sus crímenes.
Comisión Sandler. En este contexto, es importante leer
el testimonio ante la Comisión Sandler –que investigó a
los refugiados bálticos que entraron en Suecia durante e
inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial– de
Uno Richard Andrusson, quien sirvió durante el año
1941 en la Policía Política de Tallinn junto con
Mannil y a las órdenes de Mikson. Según Andrusson, él
y Mannil llevaban a cabo las detenciones de civiles siguiendo las órdenes
de Mikson y Roland Leppik. Los arrestados eran llevados a la Prisión
Central de Tallinn, donde eran interrogados y a continuación
puestos en libertad o condenados a muerte. Estos últimos
eran conducidos hasta un bosque a las afueras de la ciudad, donde
eran ejecutados por la Omakaitse, un grupo parapolicial de nacionalistas
estonios. Tanto Mannil como Andrusson participaban en los interrogatorios
de prisioneros, y el primero de ellos fue después de unos
meses ascendido a ayudante superior del departamento.
Las pruebas quedaron confirmadas por tres estonios más
que testificaron ante la Comisión Sandler. A causa de esta
investigación, Mannil fue despedido de su trabajo en un
archivo local y posteriormente se le denegó permiso para
permanecer en Suecia. Durante este período también
se le prohibió la entrada en Gran Bretaña.
Mannil sostiene que los cargos contra él carecen de fundamento,
pero el hecho cierto es que en los años de la posguerra
no se le permitió el ingreso a Suecia, Gran Bretaña
se negó a otorgarle la condición de residente y,
hasta el día de hoy, no puede entrar en Estados Unidos,
todo ello solo por su papel en la Policía Política
estonia de Tallinn durante los años 1941-1942. Mannil, claro
está, nunca menciona los dos primeros hechos, y resta importancia
al tercero, alegando que “el Departamento de Justicia no
ha encontrado ninguna prueba legal en mi contra”. Pero, de
ser esto cierto, ¿por qué nunca se ha modificado
la decisión? El motivo es obvio. Toda persona que colaborara
con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial tiene prohibida
la entrada a Estados Unidos, y los servicios prestados por Mannil
en la Policía Política estonia encajan perfectamente
con esta descripción. Y esta es también la razón
por la que el antiguo secretario de Estado estadounidense Henry
Kissinger dimitió como miembro del Comité Consultivo
Internacional del Instituto Báltico para las Relaciones
Estratégicas e Internacionales, fundado por Mannil, cuando
tuvo conocimiento de su historial en la Segunda Guerra Mundial.
Tres razones. Pese a todas las pruebas, Mannil no ha sido juzgado.
Si miramos hacia el pasado, tres son las principales razones que
explican esta situación: la geografía, la historia
y la biografía de Mannil. El hecho de que Mannil actuara
en Estonia es muy importante. Debido al pequeño tamaño
de la comunidad judía local antes de la guerra (4.500) y
al número relativamente escaso de víctimas (cerca
de 1.000, lo que representa prácticamente a todos los judíos
que vivían en Estonia cuando esta fue ocupada por los alemanes),
los crímenes de los nazis y de sus colaboradores estonios
recibieron escasa atención fuera del país. El hecho
de que Estonia entrase a formar parte de la Unión Soviética
dificultó la obtención de documentos y testimonios,
lo que explica que fuera solo a principios de los 90, al recuperar
Estonia su independencia, cuando descubrí el caso de Harry
Mannil, durante mi investigación sobre su superior, Evald
Mikson.
Estonia, como sus vecinos bálticos Lituania y Letonia,
se ha mostrado extremadamente reacia a emprender acciones legales
contra los colaboradores de los nazis, ninguno de los cuales ha
sido hasta ahora procesado en Estonia, que prefiere perseguir a
los criminales comunistas, muchos de los cuales ya han sido llevados
ante la justicia. Por esta razón, Estonia ha recibido la
nota de “F” (fracaso total) en la investigación
y procesamiento de los crímenes de guerra nazis en el Informe
Anual del Centro Simon Wiesenthal de los dos últimos años.
Si a todo esto añadimos que Mannil es un hombre muy rico
y un generoso benefactor de las instituciones culturales estonias,
veremos aún más claras las razones por las que no
ha sido llamado a responder ante los tribunales.
Y así, puede viajar libremente a distintos países.
No creo que este tipo de individuos, por ricos que puedan ser,
merezcan el privilegio de visitar una gran democracia como Costa
Rica, y espero que el Gobierno adopte pronto medidas para que esto
no sea posible, porque, aunque Mannil pueda ser considerado un
empresario en Venezuela, en Estonia su papel fue, sin duda, diferente.
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